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Sellos: el refugio permanente del inversor

“Vale su peso en oro” es una frase que está muy bien, pero, si ha de tenerse en cuenta la rentabilidad de las cosas, no hay duda de que el sello es uno de los bienes preciados que constantemente aumenta de valor.

Texto por Manuel G. Blázquez

El nerviosismo socioeconómico causado tras el famoso “11 de septiembre” también ha tenido su secuela en los sellos. Entre otras cosas porque, coincidiendo con el sexto mes, se ha emitido un sello de homenaje a los bomberos de la ciudad de Nueva York, que se ha convertido al momento en demanda de coleccionistas de todo el mundo. Es un simple ejemplo de lo que ocurre con las emisiones especiales conmemorativas que, en cada Estado, se realizan anualmente. La media se calcula en unas 50 al año, aunque se lleguen a prácticas despreciadas por las organizaciones filatélicas internacionales como la de Gambia, que emite unas 1.000 colecciones anuales de sellos con el único afán de financiarse.

La revalorización del sello ha sido constante desde su aparición a mediados del siglo XIX. Ya hace 100 años se descubrió el valor comercial del coleccionismo y a mediados del pasado siglo se empezó a promocionar el interés de la inversión filatélica. Desde los orígenes, las maneras de coleccionar e invertir han cambiado, como lo ha hecho el sentido del franqueo. El concertado y las nuevas tecnologías, así como la aparición de nuevas empresas de correo, no han alterado el interés por el coleccionismo y la inversión filatélicos. Según los expertos, incluso han contribuido a poner el sello como objeto casi exclusivo de coleccionistas e inversores ya que cada vez se empleará menos para el envío de correspondencia.

La postfilatelia

La postfilatelia es una palabra que no gusta a todos pero que, a pesar de ello, se está empleando para expresar este momento de cambio en el que parecía que lo tecnológico iba a acabar con la tradición. El lema “Adiós al sello” que alguna compañía ha utilizado como reclamo para decir que ya Correos no está solo no parece que haya transmitido temor a coleccionistas e inversores: Lo suyo llega por otro lado. Según explicaba el experto José Luis Coca Pérez en el boletín “Coleccionismo & Inversión”, editado por Afinsa, de febrero pasado, estamos en el momento de definir claramente entre los sellos básicos y los especiales o conmemorativos.

Los primeros (al igual que los sellos-etiqueta que, aún siendo un sucedáneo filatélico, se están coleccionando también), aunque se revaloricen, no son los que interesan especialmente al coleccionista e inversor moderno. Los segundos son los que centran el pleno interés de los más de 150 millones de coleccionistas de sellos de todo el mundo. Engullido el sello básico en su propia evolución tecnológica, las emisiones de series especiales salen de las máquinas prácticamente a las manos de los coleccionistas, estén o no suscritos a un servicio filatélico nacional o extranjero.

¿Qué crisis?

Los riesgos son desconocidos para el mercado filatélico, que se vuelve una y otra vez en valor refugio cuando otros se tambalean. La revalorización es constante, encontrándose en el grupo de cabeza de los activos financieros, por encima de la revalorización del oro. Si se tiene en cuenta la opinión de la firma Salomon Brothers, apenas es superada por la inversión del petróleo y la inversión numismática, manteniéndose la rentabilidad media a 15 años en alrededor del 16 por ciento. Cifras de interés ya desconocidas en la inversión en bolsa o en la renta fija.

La cotización se mantiene estable, con muy pocas variaciones, al estar descartada en la práctica la especulación. Según la Guía para el Desarrollo de la Filatelia de la Unión Postal Universal, la actividad filatélica mueve en todo el mundo unos 10.000 millones de dólares, 2.000 en el mercado primario y el resto repartido entre las ventas de las casas filatélicas y las casas de subastas.

Esta situación de estabilidad no es nueva, ya que en periodos graves de la historia como las dos Guerras Mundiales la inversión en sellos se convirtió en una seguridad de ahorro popular a la que no tuvo reparos en sumarse la misma banca. Como afirma Fernando Burdiel, director comercial de Afinsa, un caso reciente como el argentino lo ha vuelto a poner de manifiesto. En aquel país, los coleccionistas no han tenido inconveniente en asegurarse las compras en las subastas como la celebrada en Barcelona en octubre pasado y donde se llegó a un montante de más de millón y medio de euros. El propio Burdiel cita el caso de una carta de Buenos Aires a Rosario que alcanzó la cifra de 102.000 euros.

¿Por qué tiene valor el sello?

Tradicionalmente se define al sello como uno de los bienes tangibles que, con el tiempo, su gran aliado, y la simple propiedad del bien garantizan un valor creciente. Ocurre lo mismo con las monedas, obras de arte, antigüedades, joyas o libros antiguos. Y ocurrirá con otros objetos como el embotellado de vino.

Entre las causas principales de que el sello como inversión goce de buena salud está que su edición es siempre limitada, controlada y garantizada por los Estados a través de los servicios filatélicos. Además, es un valor convertible sin trabas en dinero y en cualquier lugar del mundo debido, entre otras cosas, a los millones de personas que mantienen viva la actividad filatélica. Ésta no entiende de fronteras y busca, ahora también a través de Internet, cuanto le interesa allá donde sea. Las planchas, a partir de las que se hacen las tiradas, se destruyen garantizando ediciones irrepetibles; al mismo tiempo, se restringe una oferta que, a medida que pasa el tiempo, por la dispersión y el deterioro de ejemplares, aquéllos que se vayan convirtiendo en escasos o únicos llegarán a alcanzar precios casi impensables en su origen. Según José Luis Coca, doctor en Ciencias Económicas, y autor de la tesis “Análisis de mercado financiero de bienes tangibles”, “la revalorización en un periodo de 10 años de la Filatelia se corresponde con 2,86 puntos por cada punto porcentual de inflación acumulada”.

Pocas cosas pueden alterar esta trayectoria y algo tan novedoso como la aparición en nuestro entorno de la moneda única, el euro, contribuirá en cierta medida a dar un valor extra a los sellos emitidos con las anteriores monedas nacionales.

Cómo se invierte hoy en sellos

La inversión filatélica se aleja cada día más del mercado tradicional centrándose la actividad fundamentalmente a través de las escasas firmas de solvencia encuadradas dentro de la “Filatelia Financiera”. Los pequeños comercios familiares del sello son cada vez más residuales y el inversor recurre a estas entidades a las que se les exige condiciones tradicionales en otras instituciones financieras: desde recursos humanos suficientes hasta una redacción clara de contratos para que cada parte reconozca sus derechos y condiciones. Debe, por supuesto, conocer como nadie la oferta del mercado y saber operar en todo el mundo. Todos los valores filatélicos deben estar garantizados por países que pertenezcan a la Federación Internacional de Filatelia. Para Joaquín Amado, director gerente de la Fundación Albertino de Figueiredo para la Filatelia, por su parte, existe una selección natural de las empresas: “Las que no tienen categoría van desapareciendo”. Por eso deben tener otros canales añadidos, como subastas, ofertas por correo, servicios completos al coleccionista exigente, darle garantías.

Afinsa es un referente mundial con sus más de 75.000 clientes y unos 2.000 empleados dedicados al inversor. En España tienen abiertas 80 oficinas y en Portugal, otras tres. Las propuestas en valores filatélicos varían dependiendo de la cantidad inversora y de los plazos, siempre más recomendados el medio o largo “para obtener rentabilidades importantes”, como indica Fernando Burdiel. Como media, estiman que el inversor normal lo hace con entre 900 y 1.200 euros. La fórmula es muy sencilla. Desde Afinsa lo que se hace fundamentalmente es intermediar asesorando y asegurando la rentabilidad mínima por contrato. Toda una red de especialistas selecciona para el cliente cuáles son los más importantes. “Primordialmente”, indica Burdiel, “se obtiene mayor rentabilidad con los valores extranjeros, de países pequeños, donde haya bastante escasez de ejemplares”. Dos de estos son Portugal y Mónaco. De España menos, ya que en los últimos años se han hecho tiradas importantes.

El cliente es propietario de la colección de sellos aunque tan sólo un 10 ó 15 por ciento se lleva materialmente a casa su propiedad. Demuestra esto que ya quien invierte no es necesariamente especialista en la materia, ni siquiera coleccionista. Es un sencillo inversor que busca una rentabilidad adecuada a su dinero, alejándose de los altibajos de la bolsa u otros mercados. Es Afinsa, en la mayoría de los casos, quien guarda y garantiza no sólo la liquidez sino la recompra si el inversor así lo quiere pasado el tiempo reflejado en contrato.

El coleccionismo

Desde que entró en circulación en 1840 el primer sello del mundo, el “penique negro” de Inglaterra, se puede decir que se inició el coleccionismo de los sellos, afirma Joaquín Amado Moya, director gerente de la Fundación Albertino de Figueiredo para la Filatelia. Gran coleccionista desde los años jóvenes y con pasión por la Filatelia, recuerda cómo este primer sello pocos meses después ya se demandaba a través de la prensa del momento para hacerlo objeto de colección. Hasta hoy no ha hecho más que crecer este fenómeno que practican más de 150 millones de personas en todo el mundo. En España se calcula en 500.000 personas, lejos de los 50 millones de chinos coleccionistas, pero con una demanda que no decrece aunque las modas parezca que están reñidas con estas prácticas.

Para Amado Moya, “todo coleccionista es un inversor en potencia” ya que el dinero, con los sellos, “no se tira nunca”. Abonados al Servicio Filatélico se calcula que hay entre 100.000 y 120.000 personas en nuestro país. Si se suman los pertenecientes a clubes o los que cultivan el mercado tradicional, se llega a una cifra como la antes citada. El coleccionismo está repartido por todo el territorio, aunque quizá se puedan destacar comunidades como Galicia, Cataluña y Andalucía. Por otro lado, en muchas ciudades aún persiste el mercado callejero tradicional del sello, como en la plaza Mayor de Madrid, la Plaza de la Merced en Barcelona o la Plaza del Cabildo en Sevilla. El perfil del coleccionista lo resume como “una persona meticulosa, cuidadosa, intelectualmente activo y selecto, con nivel cultural, orden, con ganas de aprender y no necesariamente con muchos recursos económicos. Es, además, persona inquieta y curiosa”.

El coleccionismo, asegura Amado, es ahora más bien temático. “Es imposible abarcar todo lo que se emite, lejos de los 1.000 sellos que en el pasado resumían la filatelia mundial”, dice. Hoy se busca la colección especializada, destacando en temas el arte, seguido en interés por colecciones de flora, fauna, religión o monumentos. Y las emisiones recurrentes, porque se agotan rápidamente, que se repiten de manera periódica como pueden ser las de coches antiguos. Siempre se comienza la colección por el propio país y se continúa con temáticas similares en otros lugares del planeta. Sin descartar nunca la valiosa “rareza” que se puede encontrar donde menos se la espera.

La revolución telemática de los últimos años complementa esta tarea. Así, ciertas barreras se eliminan y un coleccionista se puede informar, documentar, intercambiar información inmediata con otros aficionados, puede participar en foros, comprar o invertir.

“El buen coleccionista”, continúa Joaquín Amado, “siempre busca hacer en algún momento una exposición, o conseguir algún premio”. Y frecuenta y participa en cuanto acontece alrededor del coleccionismo, como en las Ferias. Aunque el coleccionismo tenga siempre su valor comercial, no descarta aún el gerente de dicha Fundación filatélica otros valores universales como la del saber, la del cariño por un objeto que tiene en sí mismo un valor artístico por el diseño o lo que reproduce, la del conocimiento más allá de nuestras fronteras o “cosas raras” que parece que no tienen cabida en lo comercial, como la amistad o cierta dosis de fantasía.

Algunas de las piezas peninsulares más cotizadas

- “Tete-Beche” de la I República, un bloque de 10 céntimos con el uno en posición invertida. Considerada por muchos como la pieza más importante de la Filatelia Española.

- Registro de embarque del Bergantín “Julito” de 1851, de franqueo de 2 reales naranja y una pareja del 5 reales se remató en más de 64.900 euros en la subasta del 20 aniversario de Afinsa.

- Bloque de sellos de 6 reales azul de 1853 rematado en marzo pasado en 40.000 euros.

- Plica de 1852 con bloque de seis del 4 cuartos rojo y un sello del 2 reales lila. 31.000 euros el 4 de julio del año pasado 2001.

- Bloque de 4 sellos sobrecargados de la visita de Franco a Canarias de 1950. Uno de los sellos tenía un error. Se remató en 12.500 euros en julio de 2001.

- Bloque de cuatro sellos de 30 céntimos de 1901 con la efigie de Alfonso XIII, vendido por 10.800 euros.

- Bloque soporte del primer sello español vendido en 102.000 euros en 1997.

- Primera emisión de Portugal. Bloque de 6 sellos vendido en 1995 por 57.000 euros.

- Bloque de Filipinas vendido como pieza de valor y cotización excepcional en 144.000 euros (1998).

- Primer sello falso español de 1850 y valor de 6 cuartos vendido por 75.000 euros.

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