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En su centenario: buscando las huellas de Berruguete

En los últimos días de 1503 fallecía Pedro Berruguete. Quinientos años después de su muerte, aún quedan muchas lagunas sobre su vida y su formación. Buscaremos su obra y su presencia en aquellos lugares donde vivió y trabajó.

Texto por María José Landete

Pedro Berruguete fallecía en los últimos días del año 1503, fecha comúnmente aceptada a pesar de que, al igual que sobre otros datos biográficos, no exista documentación que lo refrende. Es significativo que, hasta mediados el siglo XX, no se le atribuyeran gran parte de sus obras. Su familia, hidalgos originarios de Álava, residía en Paredes de Nava (Palencia), donde nació el pintor alrededor de 1450 y donde tuvo su taller la mayor parte de su vida. Fue un hombre de posición económica privilegiada, lejos de lo que era habitual entre los pintores de la época.

Fue un artista de extraordinaria capacidad para asimilar los estilos y técnicas tanto de la escuela flamenca como de la italiana, conformando una acusada personalidad e introduciendo el Renacimiento en la escuela castellana. En sus inicios fue un pintor inmerso en su entorno, que seguía las tendencias de la escuela flamenca presente en Castilla con numerosos talleres, siendo el foco palentino-burgalés el más importante. De su primera etapa sólo se conocen unas tablas sobre la historia de la Vera Cruz, que realizó hacia 1470 para un retablo destinado a la iglesia de San Juan de Paredes de Nava y que actualmente se encuentra en el museo de la citada localidad.

Sus figuras están dotadas de intensa vida interior, son auténticos retratos donde dejó patente que le interesó la realidad más que la belleza. Dominaba la luz, el color, la anatomía y otro tanto puede decirse de los espacios que construía para situar las figuras. En las arquitecturas que reproduce en sus cuadros conviven los estilos que conoció: el Gótico con el Mudéjar o con el Renacimiento.

Presencia viva en Urbino

Su estancia en Italia conformó la grandeza de su capacidad creativa. Debió de abandonar Castilla hacia 1474. Es posible que por influencia de su tío Pedro González Berruguete, destacado miembro de los dominicos que viajaría con frecuencia a Italia y que estuvo en el círculo del cardenal Rodrigo Borgia, futuro Alejandro VI. Debió de permanecer algún tiempo en Roma, donde conectó con Federico de Montefeltro, duque de Urbino, que le reclamó para que finalizara los veintiocho retratos de hombres ilustres destinados a decorar el studiolo del Palacio Ducal que Justo de Gante había dejado inconclusos. La conexión de la obra de estos dos artistas fue tal que por mucho tiempo se atribuyeron al de Gante hasta que la exposición “Juste de Gand, Berruguete et la Cour d’Urbino”, celebrada en 1957 en la ciudad de Gante, aclaró a quién se debía la autoría de las tablas. El historiador italiano Roberto Longhi había adjudicado al paredeño los retratos del studiolo, algunos años antes. Hasta entonces no se comprendió la importancia que Pedro Berruguete tuvo para aquella refinada corte renacentista. Estos retratos pueden admirarse en el Palacio Ducal de Urbino, sede de la Galería de las Marcas y en el Museo del Louvre.

En la citada ciudad italiana se encuentra la mayor parte de la obra que realizó para el Duque, como el magnífico retrato Federico de Montefeltro y su hijo Guidubaldo, obra realizada en torno a 1477 y de gran delicadeza, donde se aprecia la maestría del español. De la serie de tablas sobre las Artes Liberales que hizo para el Palacio Ducal de Gubbio, localidad próxima a Urbino, sólo nos han llegado cuatro: la Retórica y la Música, que pertenecen a la National Gallery, y la Dialéctica y la Astronomía, que se encontraban en Berlín y desaparecieron en 1945. Al parecer también perteneció al palacio de Gubbio la obra Federico de Montefeltro y su corte escuchando a un humanista, actualmente en la colección de Isabel II, en Hampton Court.

Retorno a su tierra

No sabía el palentino la profunda huella que dejaba en la región italiana, tan diferente geográfica y socialmente a su tierra. No sabemos por qué abandono Italia. En 1482 murió Federico de Montefeltro pero, dado el eco de su valía, no le hubiesen faltado encargos en Italia. Posiblemente su condición de hidalgo castellano y la presión familiar o la necesidad de atender su hacienda le hiciesen retornar para cumplir con deberes sociales, ya que se casó nada más volver. Por otra parte, la situación política y social castellana era muy diferente de la que dejó al partir. El pintor pudo conocer la transformación llevada a cabo por Isabel y Fernando. La fiebre constructiva se extendía por el reino, no sólo de edificios religiosos, también de palacios que era necesario ornamentar. Pensaría que no le faltarían encargos, pero con respecto a la pintura sus cálculos eran erróneos. Pronto pudo comprobar que, en su ausencia, poco había cambiado y el único camino era seguir con los modos de la escuela flamenca. Los castellanos deseaban que en las pinturas se mostrase la riqueza de materiales obligando al uso del oro, de los brocados y telas enriquecidas. La pintura que realizó en Castilla, en su mayoría retablos, entre 1483 y 1503 puede considerarse como la introducción del Renacimiento en la pintura castellana. Fue un artista apreciado, pero compitió con cualquiera de los hispano-flamencos que se encontraban en el mercado castellano, adaptándose a la demanda aunque fuese hidalgo y tuviese hacienda de la que vivir.

Cuando Berruguete reflejaba en sus obras la Castilla real, la que veía cada día en las calles, en los mercados, en el campo o los caminos, no hacía más que seguir aquello que aprendió en Italia, sólo que las arquitecturas y las gentes de ambos países eran muy diferentes entre sí. Todo aquello que aprendió siguió formando parte de su obra: la serenidad de sus personajes y el protagonismo de los escenarios. Su logro y fortuna, fue ir a Italia como más tarde le sucedería a Velázquez.

Su primer encargo en Castilla se lo encomendó el arzobispo de Toledo. Realizó varias pinturas al fresco en el claustro de la catedral que lamentablemente desaparecieron. Apenas se conserva algún resto de las que creó en el exterior de la puerta de la capilla de San Pedro de la misma catedral. Después de Toledo, Berruguete el Viejo, llamado así en el siglo XVI para diferenciarle de su hijo Alonso, contactó con los monarcas. Al no existir documentos, se ignora si tuvo relación directa con la reina Isabel y si la reina le encargó personalmente La Anunciación de la Cartuja de Miraflores, obra que no se le fue atribuida hasta 1921 y que, al parecer, debió de estar arrinconada porque de otro modo hubiese corrido la misma suerte que el San Juan Bautista de Roger van der Weyden, robado por los franceses a principios del XIX y que se encuentra en el Museo de Berlín. La colección privada de la reina contó con varias obras del palentino. En la Capilla Real de Granada, puede admirarse un San Juan Evangelista en Patmos, obra muy cuidada que demuestra que estaba destinaba a una importante comitente. Es significativo que nunca realizase retratos de miembros de la familia real a pesar de su reputación como retratista ganada en Italia. Trabajó para otros personajes del entorno real, como lo demuestra el caso de Virgen con el niño, actualmente en los fondos del Museo Municipal de Madrid, encargo de Beatriz Galindo, instructora de la propia reina y de los príncipes.

En la vieja Castilla

Trataremos de acercarnos a los lugares más próximos al pintor, donde puede admirarse su obra aún “in situ”. Conociendo de antemano la difícil cronología de su actividad, lo haremos con criterio meramente geográfico, como hizo el norteamericano Post, uno de los primeros estudiosos que se ocupó de la obra del palentino. Evidentemente es en Castilla donde quedan mayor número de obras y retablos completos.

Comenzaremos por su pueblo natal, el palentino Paredes de Nava, en cuya iglesia de Santa Eulalia fue, según se cree, bautizado y que actualmente acoge un Museo dedicado al pintor y a los artistas de su entorno. Berruguete realizó, para el altar mayor, un magnífico retablo que se data hacia 1490. Esta compuesto de varias tablas con escenas de la vida de la Virgen y una excepcional predela con retratos de los reyes de Judá que, por sus características estilísticas similares a los retratos del studiolo del Palacio de Urbino, sirvieron para aclarar atribuciones. Curiosamente las detalladas verrugas que pintó en los rostros de algunos de los retratados, tanto en la predela como en las tablas urbinesas, parece que sea la firma del autor, algo muy del gusto italiano. Estos retratos de los reyes fueron robados y, más tarde, recuperados en el año 1979.

A ocho kilómetros de Paredes, se encuentra Becerril de Campos, donde realizó dos retablos: uno para la parroquia de Santa Eugenia y otro para la de Santa María. Esta última iglesia se ha transformado en un agradable museo que guarda muchas de las más bellas tablas que realizó el pintor cuyo tema es la 'Vida de la Virgen', entre las que destaca la Presentación de la Virgen en el templo. Las tablas de Santa Eugenia se conservan en el Museo Diocesano de Palencia, donde también se pueden admirar algunas de las pertenecientes al magnífico retablo de la parroquia de Frechilla. Realizó otros retablos para pueblos del entorno de los que han desaparecido la mayor parte de las tablas, estando otras en colecciones particulares; tal es el caso del que ejecutó para Guaza de Campos, datado en 1501. En la catedral palentina puede admirarse un díptico, encargado por Fray Alonso de Burgos, obispo y personaje vinculado a la reina Isabel. Es de pequeño formato y muestra en su interior una Crucifixión y la Lamentación sobre el cuerpo de Cristo y, en las puertas, nos presenta a una Virgen con el Niño.

Por tierras burgalesas

Ya hablamos de una de sus obras maestras, La Anunciación de la Cartuja de Miraflores de Burgos, al comentar la relación del pintor con la reina Isabel y desde esa provincia castellana, seguiremos por el camino que conduce a Valladolid, tantas veces recorrido por monarcas castellanos. Llegamos a Santa María del Campo, lugar donde pernoctaban los miembros de la familia real en una casa que aún adorna su bella portada con un cordón de piedra. La iglesia, que posee una de las más hermosas torres renacentistas del entorno, guarda en su interior un retablo de Berruguete que sorprenderá al viajero. Recoge el tema de la 'Vida del Bautista” y la tabla de La Decapitación está fechada en torno a 1485, es de una gran belleza, tremendo efectismo y de las más conocidas del pintor, quien incluyó un recuerdo a Urbino, reproduciendo las iniciales del duque de Montefeltro en el dintel de una puerta tras la que se adivina el patio del palacio ducal.

En la Colegiata de Covarrubias, se conserva la tabla El milagro de la pierna de San Cosme y San Damián, que pertenecía al retablo mayor y cuya fecha de ejecución se acerca a 1490. Es la única que se conserva y fue encargada por Diego Fernández de Castro, familiar del Papa Sixto IV, abad de la citada colegiata y que conoció, con seguridad, al pintor en Italia.

Su cercanía con los dominicos

A través de su tío contactó con la poderosa orden dominica y que contaba con Fray José de Torquemada entre sus miembros más destacados. Tres fueron los retablos que ejecutó para el Convento de los Dominicos de Santo Tomás en Ávila, entre 1493 y 1499. El de la capilla mayor se conserva en su lugar y está dedicado al santo titular. Es posible que el tema y la selección de las escenas fueran inspiradas por Torquemada. Este convento fue sede de la Inquisición y algunos hechos que ocurrieron en la ciudad tienen relación con las pinturas que Berruguete ejecutó para el convento. En el retablo se pone de manifiesto, una vez más, la capacidad creativa del artista tanto en la manera de situar a los personajes en el espacio, fuesen protagonistas o meros espectadores, así como en los espacios y en ese halo de veracidad que aportaba a la narración. Los otros retablos del convento estaban dedicados a Santo Domingo y San Pedro Mártir y debieron de ejecutarse para los extremos del crucero, por las mismas fechas. En el siglo XIX se encontraban en la galería del claustro de donde se arrancaron para llevar las tablas al Museo de la Trinidad, y pasaron al Museo del Prado en cuyas salas pueden admirarse. La extraordinaria y sobrecogedora tabla Auto de Fe, perteneciente también a la pinacoteca madrileña, parece que formó parte del retablo de Santo Domingo pues en ella aparece el santo como inquisidor. Se cree que fue inspirada por un auto de la Inquisición que tuvo lugar en la plaza de San Pedro de Ávila en 1491. La obra quedó en la sacristía del convento y fue comprada con posterioridad.

La única obra de Berruguete de la que existe documentación es el retablo mayor de la catedral abulense, encargado en 1499. Es una de las sus obras maestras y de las últimas que realizó pues quedó incompleta a su muerte. Es interesante observar a los personajes retratados en la predela que aparecen de cuerpo entero, no como los retratados con anterioridad en Paredes, Becerril o para el studiolo de Urbino. Posiblemente las obras más conocidas de este retablo sean la Oración en el huerto y La flagelación, esta última con un movimiento asombroso en los hombres que azotan a un Cristo, casi desnudo y atado a una columna, muy humano en su expresión de dolor ante el castigo. Sólo realizó diez tablas, sin conocerse por qué interrumpió el trabajo, mientras que asumía otros encargos simultáneamente en Toledo. Tras su muerte, el retablo fue continuado en 1507 por Santa Cruz y un año después, Juan de Borgoña se hacía cargo del mismo.

Obra inconclusa

A finales de 1503, la muerte le sorprendió en Madrid o posiblemente en Toledo. En esta ciudad dejó obras inconclusas como El Prendimiento y La Flagelación en el retablo de la capilla de Santa Catalina de la iglesia de San Salvador y, al igual que sucedió en Ávila, fueron finalizadas por el taller de Juan de Borgoña.

Con motivo de este aniversario, se han programado algunas exposiciones y encuentros en el entorno de Palencia y Paredes de Nava que , sin duda, contribuirán a profundizar en la biografía y la obra del artista. Es de esperar que su personalidad llegue a ser tan notoria en su tierra como lo es en la alejada Urbino, donde el retrato de Federico de Montefeltro y su hijo se erige en símbolo de la ciudad. No hubiera sospechado aquel sobrio hidalgo castellano lo lejos que le llevarían las tablas que realizó en su, seguramente, austero taller paredeño. Abandonar Italia supuso para Pedro Berruguete la imposibilidad de alcanzar un lugar entre los grandes maestros, pero nadie duda de que es uno de los hitos de la historia de la pintura española. Verdaderamente, fue un maestro en dos escuelas.

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